Cuento de Juan Félix Cortés Espinosa
A las tres de la tarde nos esperaban impacientes: “Lagartijo macho” y la
“Guanga Ramírez”. Uno con la pelota y el otro malhumorado con las camisetas.
–Que jodienda. Si no vienen, nos íbamos al río-. Nosotros sonrientes: -No sean
cojudos, no ven que la demora no es culpa de nadie-. Esa tarde teníamos un
partido de fútbol en el colegio Santa Rosa. Recién habíamos formado el club
“Flamengo” y era nuestra primera presentación en público. Jugaríamos con el
club “Los Aguiluchos”, que tenían como punta de lanza al “Flaco” Dioses, el
mejor jugador de Alianza Atlético y de la selección de Sullana. Pero no importaba,
confiábamos en la velocidad de “Lagartijo” y en las arremetidas del “Chino”
Arca. Esa tarde empatamos y contentos fuimos a la plazuela Checa. “Gaña”, el
raspadillero, nos había guardado hielo y jarabe de tamarindo.
-¡Once raspadillas! cabeza de abanico-. Y “Gaña”, con su acostumbrada
voz temblorosa: -Palomillas de m...-. Nosotros queríamos a “Gaña”; borrachito
proyectaba un alma de infante, a pesar de sus sesenta años. Era un hombre calvo
y nos sorprendía cuando decía la hora exacta. En varias oportunidades lo
observamos que miraba el sol y a veces hablaba consigo mismo; pero nunca
supimos si tenía mujer o hijos. “Gaña”, era para nosotros un viejo amigo que
nos vio crecer por la plazuela Checa desde churres. A mí una vez me dijo: “Que
grande que estás manetito”.
Al oscurecer nos pedía que le ayudáramos a empujar su carreta celeste.
Pesaba unas 200 libras y una vez que tomaba viada, se iba solito hasta cruzar
la plazuela Checa y perderse de nuestra vista.
Al día siguiente muy temprano, otra vez el raspadillero. Con su delantal
marrón, nos dio siempre la impresión que tenía pinta de carnicero. Durante el
día raspaba con vocación el hielo, trabajito diario que lo transformaba en un
laborioso hombre apacible y patriarcal, lo notábamos así hasta que aparecía tristona
la tarde. Se le veía cansado y triste, con una palidez sobresaliente. Si se
emborrachaba al mediodía, nos fiaba la raspadilla. Y nosotros muy campantes, le
decíamos: -8,000 soles de raspadilla con todos sus jarabes-, y “Gaña” nos
replicaba: -churres de m...-
1,958 nos tomó de sorpresa, a pesar de tener las primeras gilas del
barrio sur y de la calle Bolívar. Había conocido a Griselda y era como si
hubiese descubierto la emoción más grande de mi vida. Cuando la veía gordita,
con su colita de caballo y sus sandalias de verano, me parecía una muñeca
linda, salida de ese cuento que el maestro me había contado cuando era un
elemental estudiante de primaria, con la timidez propia de los niños.
Ahora en el verano, podríamos distinguir mejor las sorpresas. Por
aquellos días quise tanto a Griselda, que la buscaba día y noche en la casa de
su tía Melitina. Los muchachos del calle Bolívar la enamoraban; pero estoy seguro que nunca
les hizo caso. Cuando Griselda viajó a Tumbes a pasar sus vacaciones, supe que
la “Guanga” Ramírez, la fue siguiendo enamorado como un adulto. En abril,
supimos que había rebotado, Griselda, tenía su personalidad y era muy emotiva;
pero se ponía con una cara de vieja, cuando le hablaban de besos y abrazos.
Situaciones y cosas que las considerábamos las más hermosas del mundo. Era
nuestra edad.
En su ausencia frecuentábamos los chicheríos del barrio Buenos Aires;
estuvimos así todo el verano escuchando en las chinganas a Lucho Barrios,
nuestro cantante preferido con su bolero “Marabú”. Siempre escuchábamos llorar
a la señora que nos vendía la chicha.
Su hija mayor nos dijo: -Es por el desgraciado de mi papá- -¿Y dónde
está tu papá?. –No sé, creo que con otra mujer-. –No te preocupes, también el
mío tiene otra-, dijo “Buche de Pavo”. – Ese es un problema eterno. En Sullana,
es común que un marido tenga una querida-. La chica sonrió y me dijo: -Mejor
vamos a bailar mere cumbé-. Y yo como un alucinado botando mis energías hasta
las cuatro de la madrugada. A esta hora salíamos todos machitos, después de
haber ingerido cinco tinajas de chicha y claro de maíz, del verano pasado.
Poco a poco, sinceramente nos sentíamos hombrecitos y lo supimos cuando
estuvimos en la casa de “Josesito”. Mi primo Mario había estado de lo lindo con
una ecuatoriana y nos contaba maravillas. El burdel mal pintado y hediondo,
anclado en la arena, nos causó desilusión. Estuvimos como nunca inseguros; pero
entramos y lo recurrimos minuciosamente durante cuatro horas. La ecuatoriana
del cuarto número ocho, toda desnudita tendida en una cama rosada. Nos guiñaba
el ojo y nosotros sacando pecho: -¿Lindura cuánto cobras?-. Y ella empecinada
guiñándonos el ojo izquierdo, ahora con más fuerza. Nos miramos y decidí
entrar. Para que no se diera cuenta de mi inexperiencia y del nerviosismo le
dije: -¿Te gusta la feria?-, -Mas o menos chico- me respondió. Sin darme cuenta
me había desvestido y todo flacuchento frente a un espejo, miraba su agradable
cara, sus voluminosos senos, su poderosa figura morena, toda provocativa y
tremendamente agresiva.
Estuve casi un siglo y me acarició tanto que me atreví a confesarle mi
amor por Grisela. Al final me olvidé de algunos momentos de la gila y descubrí
que el sexo a mi edad costaba treinta soles. Tenía catorce años.
Los muchachos estaban en el corralón de atrás y todos estaban muy
asustados, porque la policía se acercaba por la Gran Unidad Escolar “Carlos
Augusto Salaverry”. -Nos jodimos- repetía “Lagartijo macho”. –No te preocupes,
total no nos van a encontrar dentro de los cuartos-. Después de media hora, no
había pasado nada. Nos contaron que los tombos iban en busca de dos rateros que
habían asaltado a un comerciante ecuatoriano. Los lunes y sábados bajábamos al
río por la loma del camal, íbamos a buscar una playa y a jugar pelota con los
churres de la calle Córdova. Regresábamos al atardecer, justo cuando los
gallinazos tomaban democráticamente la sangre que salía de un tubo grande y
oxidado, incrustado en una peña. El camal, frente al puente se le veía, como
una casa de campo, rodeado de frondosos y añejos algarrobos.
El valle del Chira, apetitoso, tropical y afrodisíaco, dejaba pasar por
su territorio el agua que se perdía para siempre en la bocana de Colán. Los
pescadores sabían que el mar se enfrentaba día y noche y a toda hora con el río
que, rencoroso llegaba acompañado de palos, cerdos muertos y aves de toda
clase. El Chira venía torrentoso con sus víctimas y su furia. Nosotros sabíamos
que era criminal y malvado, que no respetaba ninguna invocación, ni cosa
parecida. El Chira era temible y en marzo traía toda la furia reprimida y
violenta. Su cauce monstruoso asustaba a todos los distritos cercanos. Y no era
para menos. Una noche entró sin permiso al pueblo de Amotape y en un par de
horas destrozó muchas casas que con gran esfuerzo habían sido levantadas por
los campesinos del lugar. En febrero del año anterior la lluvia fue intensa y
larga que aumentó el caudal asombrosamente. Cinco millones de litros por
segundo era el promedio de los aforos. La lluvia, dañina, formó inmensos
charcos de agua en la calle Tarapacá, a la altura del club “Jorge Chávez”.
Al comienzo se pensó que era un aguacero pasajero y oportuno. A mediados
del mes, el río enfurecido fue ensanchándose y como buscando el mal sacaba de
raíz los primeros cocoteros que encontraba a su paso. Pero sus víctimas eran
niños y jóvenes que inocentemente se metían en busca de sus aguas. Su deseo era
provocar duelos y sentirse odiado. Siempre creyó tener dentro una alma antigua
y maldita.
Nadie podía detener su refugio y su velocidad. Ni como desviarlo hacia
otro cauce. Nosotros desde las lomas, amargos y molestísimos, requintándole por
las playas. Nos retirábamos mentándole la madre, como si la tuviera.
Empecinados en desafiarlo, nos tirábamos desde el mismo puente que miedoso se
moría de nervios. El Chira con sus remolinos entre nuestras piernas como
jugando, como diciéndonos –No tengan miedo, vengan más acá. No les haré
nada...- Pero sabíamos que iríamos a la muerte. Nunca logró convencernos, por
eso cada vez aumentaba su rabia.
Nosotros sabíamos que marzo era el tiempo del duelo y de la muerte.
“Gaña” se preocupaba cuando nos veía sin zapatos y con la pelota debajo del
brazo. Él sabía que iríamos al río a jugar cerca de su orilla y que luego
teníamos que darnos nuestros acostumbrados baños de verano. De tanto
replicarnos se encariño con nosotros. Siempre nos decía: -Cuidado con el río-.
En el primer trimestre del año, era una costumbre hablar del Chira,
hablar de ahogados y de tragedias; era también una buena razón para prolongar
la conversación después de la comida. En otoño, sin embargo, el río era
diferente. Su crueldad se reducía a producir un lento ruido sobre el cauce. En
esta época, solían las familias de Sullana, irse a pasar un día de campo, junto
a sus orillas y hasta tomaban fotografías desde el Pasamayito, donde el valle
era deslumbrante e infinito como un cuadro de Van Gogh.
Pero el Chira, ahora crecido y temible era distinto, atormentado, como
un loco se proponía arrasar a quien lo desafiara. Pasaba debajo del puente con
sus traumas y silbaba rencoroso al pie del puente; por las noches se reía
sarcásticamente y agazapado no podía ocultar sus malas intenciones. No le
importó nunca que lo conociéramos así. Y nunca se arrepintió que la gente
sufriera o que los campesinos tuvieran que pagar tanto daño causado por su
furia.
El “Gorila”, que tenía fama de ser el mejor buceador del río en los
últimos veinte años, nunca pudo atraparlo. Y cuánto hizo para tenderle una
traición. Hasta en el otoño quiso sorprenderlo cuando las aguas eran mansas. El
“Gorila”, era su presa número uno y no lo quiso nunca, lo odiaba y lo maldecía.
Y es que nunca le dio la oportunidad de caer en la trampa.
Era una tristeza encontrar la noticia en la casa: -Se ahogó tu amigo
Yarlequé-.
ACTIVIDADES
COMPRENSIÓN
¿En qué lugar se
desarrolla el cuento “Cuando éramos churres”?
¿Qué tenían esa tarde
en el colegio Santa Rosa?
¿Quién era el mejor
jugador de “Los aguiluchos”?
¿Quién era “Gaña?
¿Que pasó en 1958?
¿Qué pasó cuando
Griselda viajó a Tumbes?
¿Qué frecuentaban en
el barrio Buenos Aires?
¿Reconoces algunos de
los lugares que se mencionan en el cuento?
¿Por qué lloraba la
señora que vendía chicha?
¿Qué costaba treinta
soles?
¿Quienes se acercaban
por la gran unidad “Carlos Augusto Salaverry”?
¿Qué había incrustado
en una peña?
¿Cómo era el río
Chira?
¿A dónde entró sin
permiso el río Chira?
¿Cuáles eran las
víctimas del río?
¿Por qué se
preocupaba “Gaña”?
¿Cómo era el río
Chira en otoño?
¿Quién era el
“Gorila”?
MENSAJE
¿Qué mensaje nos
transfiere el autor en su cuento “Cuando éramos churres”
¿Qué es lo que más te
gusto del cuento?
¿Cómo era el
comportamiento de la juventud en aquella época?
¿Has vivido algo
parecido en tu juventud?
¿Crees que las
vivencias de la juventud de hoy sean parecidas a esa juventud en la época de
1958?
¿Podrías señalar
algunas diferencias en el comportamiento de la juventud de aquella época con la
actual?
BUSCAR
EL SIGNIFICADO DE LAS SIGUIENTES PALABRAS:
Churre
Jarabe
Tamarindo
Raspadilla
Viada
Chingana
Burdel
Afrodisíaco
Van Gogh
Profesor, periodista,
literato, promotor cultural y pertinaz viajero ávido de conocer otros
horizontes, Juan Félix nació en Sullana en 1944. Destacan sus obras “Otra vez
el hombre” (1969), “Informes y contiendas”
(1970), “La palabra y el muro” (1973). Con el libro “Cuatro estaciones
para contar” (1975) gana el premio de poesía de los juegos florales convocados
por la universidad de Piura. “Diario es
el vivir” (1978), “Con el aire y la amistad” (1980), “El ovni y la televisión”
(1984). “Cuando éramos churres” (Cuento 1988). “La noche de la serpiente”
(Cuentos 1993). “Los alacranes de oro” (Cuentos 1995), “La eficacia del tiempo”
(Poesía 1996). “Los olvidados encontrados” (Novela 1998). “El hombre solar”
(Poesía -2001). “Huésped de la inmortalidad” (Poesía 2001). Dirige la revista
“Lo que importa es el hombre”.
CONDECORACIÓN
El viernes 12 de
abril del 2013, la Dirección Regional de Cultura de La Libertad condecoró a
Juan Félix Cortés Espinosa. La ceremonia estuvo a cargo de la escritora Beatriz
Moreno Quiroz, fundadora y presidenta de la Asociación Internacional “Todas las
Sangres-José María Arguedas” de Lima.
(Artículo
publicado en el quincenario EL TALLÁN INFORMA, Año VII - Edición Nº 78 - Sullana,
primera quincena de abril del 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario