Por: Felipe Bianchi Leiton (Desde
Santiago de Chile.)
El pisco es peruano |
No puedo creer que aún no le hayamos
ofrecido disculpas públicas como gobierno, como estado, como país a la hermana
república del Perú, tras la aberrante actuación de Chile durante el conflicto
de hace algunos años entre nuestros vecinos y Ecuador. Les recuerdo: Éramos
garantes de la paz y, por abajo, como maleantes, asquerosamente, les vendimos
armas a los ecuatorianos. Nunca hubo, como correspondía, castigo alguno de la
OEA o de la ONU y menos, investigaciones serias de parte del propio Congreso
chileno. La historia se tapó con tierra. Se borró. Cometimos la peor de las
pilatunadas, fuimos unos bellacos, unos truhanes, y sin embargo, los niveles de
autocrítica hasta el día de hoy siguen siendo bajísimos. ¡Los guardianes de la
paz, carajo, y preferimos ser traidores! En términos morales debe estar entre
las tres cochinadas más grandes de nuestra historia.
A mí al menos me da vergüenza. Mucha, la
misma vergüenza que siento cada vez que leo declaraciones de Sergio Villalobos,
uno de nuestros más reputados historiadores. La última: “a los peruanos no hay
que darles ni las gracias.”
La misma vergüenza cuando siquiera se
insinúa que tenemos alguna opción en la ridícula disputa por la denominación de
origen del Pisco; todos los chilenos más o menos informados sabemos que el
pueblo de Pisco queda en Perú y que nuestro Pisco Elqui no fue sino una avivada
comercial, ya que históricamente, y hasta hace poco tiempo, ese hermoso pueblo
del valle de Elqui se llama…La Unión. El pisco es peruano, qué duda cabe. El nuestro es bueno, sabroso,
estupendo; pero el nombre es de ellos. Enterito. Basta de idioteces. Tercera
vergüenza: los libros robados y nunca devueltos a la hermosa y muy completa
Biblioteca de Lima para la Guerra del Pacífico.
Eran más de 50 mil volúmenes cuando el
ejército chileno entró en Lima; dejaron poco más de cien. Todo el resto fue
robado, esquilmado impúdicamente. “Es que era una guerra”, dicen los más
tontos, los más bestias. Pero, como todos sabemos, hasta en la guerra hay
ciertas reglas de decencia.
Para peor, buena parte de estos valiosos
libros, han permanecido, por años conscientemente escondidos, negado una y otra
vez, en nuestra propia biblioteca. Un robo descomunal avalado una y otra vez
por los gobiernos chilenos, a muchos ejemplares, incluso, se les arrancaron las
primeras páginas para que no se supiera su origen. Y hasta hubo
exposiciones donde mostramos joyas de la edición mundial como si fueran
chilenas, aun sabiendo todos los encargados de la biblioteca nacional que
eran total y absolutamente peruanas. Algo trató de hacer el gobierno de
Bachelet en sus últimos días, pero todo es poco ante tamaño delito sostenido
por años ¡Qué vergüenza!
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