Por: Idelfonso Niño Albán
El Poder Legislativo,
llamado Primer Poder del Estado tiene como funciones: legislar, fiscalizar el
accionar de los otros poderes públicos (Ejecutivo y Judicial), así como ejercer
la representación de la ciudadanía. Por eso decimos que somos una democracia
representativa la misma que se efectiviza a través del Parlamento o Congreso.
Antaño, este poder era
la expresión de una democracia representativa formal, de la división respetuosa
de los poderes y en cuyo recinto los debates sostenidos entre los miembros de
la diferentes “bancadas” constituían verdadera cátedra y los jóvenes
estudiantes de Letras de la UNMSM y de la PUCP, abandonaban los espacios
académicos formales, y acompañados por sus profesores colmaban los balcones del
hemiciclo para seguir atentamente las intervenciones de los representantes,
particularmente en la Cámara de Diputados llamada Cámara Joven o Baja,
considerada como la esfera política por antonomasia, mientras que el Senado o
Cámara Alta era considerado como la Cámara reflexiva o de análisis sereno
alrededor de las iniciativas o proyectos legislativos que realmente constituían
proyectos importantes para el país y sus diferentes regiones, pero que exigían
revisión meticulosa. No como ahora.
El nivel intelectual y
la capacidad oratoria, la contundencia de argumentos jurídicos y políticos, la
elegancia y la altura con que se exponían los diferentes puntos de vista,
constituían la característica cotidiana de ese Congreso, donde la mediocridad y
la chatura mental eran la rareza. Claro, muchos de los congresistas eran
docentes universitarios, magistrados del Poder Judicial, autores de libros o
reconocidos intelectuales e investigadores y luchadores sociales de amplia y
reconocida trayectoria.
Idelfonso Niño Albán |
Por eso me permito
plantear como obligaciones impostergables del nuevo Congreso que saldrá del
próximo proceso eleccionario de enero 2020, las iniciativas que siguen:
- Reforma de la Constitución en el sentido de rediseñar la inmunidad parlamentaria, de modo que se circunscriba exclusivamente a la función legislativa y sus consecuencias, y los delitos comunes cometidos por algún congresista sean materia de investigación y sanción inmediata por quien corresponda (Fiscalías, Juzgados) sin necesidad de Comisiones Investigadoras que al final no conducen a nada y mucho menos esperar que la famosa inmunidad prescriba. No a la impunidad
- A estas alturas de los tiempos históricos, no podemos darnos el “lujo” de sentar en una carpeta congresal a nadie que no acredite una mínima preparación en materia política y constitucional. Los analfabetos puros y los analfabetos funcionales no deben ir al Congreso. Se debe reformar la Constitución en este asunto, aunque muchos se rasgarán las vestiduras aduciendo que se trataría de una discriminación. Precisamente por esta torpeza y contradicción constitucional que exige requisitos mínimos para otras funciones de menos responsabilidad, pero propicia que iletrados lleguen a las altas esferas del poder político, a partir de voto popular, se generan crisis como la reciente que llevó a la disolución del Congreso.
- Mediante Ley de la República prohibir los tradicionales mítines callejeros que generan “inversiones” (en realidad gastos, porque los dineros no se recuperan formalmente) que dan origen a los financiamientos de campaña con dineros sucios provenientes, de las mafias de narcotraficantes, contrabandistas, organizaciones criminales de todo pelaje. El Estado, a través del IRTV que debe ser manejado por un Patronato Cívico, ajeno a la influencia del gobierno de turno, debe ofrecer espacios a todos los candidatos y agrupaciones políticas que intervengan, de modo que el elector desde la comodidad de su hogar esté en condiciones de decidir su voto, sin salir de casa. Las elecciones no se pueden definir en función de quien tiene más dinero.
Pienso que, con estas reformas, para empezar, sería
suficiente de modo que el subsiguiente Congreso que debe ser bicameral,
habríamos dado un gran paso adelante en el futuro de nuestra debilucha
democracia. En el Perú necesitamos tres o cuatro partidos políticos fuertes y
no tanto grupúsculo pitufo, porque ello atenta contra la gobernabilidad, la
estabilidad jurídica y política. En la praxis de la acción política, no tenemos
partidos políticos reales, genuinos, auténticos. Esto es grave…
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