martes, 7 de julio de 2015

REFLEXIONES DE UN PERIODISTA CHILENO ACERCA DEL PERÚ

Por: Felipe Bianchi Leiton (Desde Santiago de Chile.)
 
El pisco es peruano
No puedo creer que aún no le hayamos ofrecido disculpas públicas como gobierno, como estado, como país a la hermana república del Perú, tras la aberrante actuación de Chile durante el conflicto de hace algunos años entre nuestros vecinos y Ecuador. Les recuerdo: Éramos garantes de la paz y, por abajo, como maleantes, asquerosamente, les vendimos armas a los ecuatorianos. Nunca hubo, como correspondía, castigo alguno de la OEA o de la ONU y menos, investigaciones serias de parte del propio Congreso chileno. La historia se tapó con tierra. Se borró. Cometimos la peor de las pilatunadas, fuimos unos bellacos, unos truhanes, y sin embargo, los niveles de autocrítica hasta el día de hoy siguen siendo bajísimos. ¡Los guardianes de la paz, carajo, y preferimos ser traidores! En términos morales debe estar entre las tres cochinadas más grandes de nuestra historia.
A mí al menos me da vergüenza. Mucha, la misma vergüenza que siento cada vez que leo declaraciones de Sergio Villalobos, uno de nuestros más reputados historiadores. La última: “a los peruanos no hay que darles ni las gracias.”
La misma vergüenza cuando siquiera se insinúa que tenemos alguna opción en la ridícula disputa por la denominación de origen del Pisco; todos los chilenos más o menos informados sabemos que el pueblo de Pisco queda en Perú y que nuestro Pisco Elqui no fue sino una avivada comercial, ya que históricamente, y hasta hace poco tiempo, ese hermoso pueblo del valle de Elqui se llama…La Unión. El pisco es peruano, qué duda cabe. El nuestro es bueno, sabroso, estupendo; pero el nombre es de ellos. Enterito. Basta de idioteces. Tercera vergüenza: los libros robados y nunca devueltos a la hermosa y muy completa Biblioteca de Lima para la Guerra del Pacífico.
Eran más de 50 mil volúmenes cuando el ejército chileno entró en Lima; dejaron poco más de cien. Todo el resto fue robado, esquilmado impúdicamente. “Es que era una guerra”, dicen los más tontos, los más bestias. Pero, como todos sabemos, hasta en la guerra hay ciertas reglas de decencia. 
Para peor, buena parte de estos valiosos libros, han permanecido, por años conscientemente escondidos, negado una y otra vez, en nuestra propia biblioteca. Un robo descomunal avalado una y otra vez por los gobiernos chilenos, a muchos ejemplares, incluso, se les arrancaron las primeras páginas para que no se supiera su origen. Y hasta hubo exposiciones donde mostramos joyas de la edición mundial como si fueran chilenas, aun sabiendo todos los encargados de la biblioteca nacional que eran total y absolutamente peruanas. Algo trató de hacer el gobierno de Bachelet en sus últimos días, pero todo es poco ante tamaño delito sostenido por años ¡Qué vergüenza!