Los años 60 son considerados como los años
maravillosos en el siglo pasado y nos tocó, para suerte de esta generación,
entre otros aspectos, recibir una muy buena educación y en homenaje a esa plana de profesores y los inolvidables
hermanos maristas de aquella época y por esa exclusiva educación que recibimos,
transcribo fragmentos del discurso elaborado por los compañeros santarrosinos
de la promo XXVII
(Luis F. Adrianzén A., promoción XXV)
Al maestro y amigo Arturo Serra…
Integrantes de la promoción XXVII. Arturo Serra mostrando el plato recordatorio |
Hoy afloran aquellos viejos recuerdos cuando
a comienzos de la década de 1960, entramos por aquella vieja puerta de madera
que había en el patio de primaria, al lado de una compuerta para regar los
árboles y donde muchos niños mayores se distraían cogiendo renacuajos. Y frente
a ella una hilera de árboles similares a los ficus, de donde caían unos frutos
similares a pequeñísimas piñas que llenaban aquella poza de tierra que se
convirtió durante años en escenario de nuestras batallas de trompos y boliches
Y aquel primer día de clase cuando nos
ordenaron subir la escalera y formar fila frente a nuestro primer y viejo
salón, situado frente a la antigua piscina, frente a nosotros se encontraba un
hombre joven, rubio y apuesto, que nos decía con gran cariño que entremos al
salón. Era Arturo, que a partir de aquel momento se convirtió en nuestro gran
amigo.
Cómo olvidar al hombre que durante varios
años muchos de nosotros vimos, durante los primeros días de clase, tratar con
ternura a aquellos niños que llegaban por primera vez al colegio y algunos
lloraban bajo de los añosos almendros. Y era Arturo, quien se acercaba a ellos,
pal- meándoles la cabeza les hablaba, los convencía y los acompañaba a su
salón.
Cómo no recordar al maestro que nos dio las
primeras lecciones de historia, geografía y naturaleza. Al maestro que nos enseñó
a multiplicar y dividir.
Cómo olvidar al ser humano que se emocionaba
cuando nos escuchaba recitar la primera poesía de un profundo contenido: “La
flor y la nube”
Cómo no recordar al maestro cuyos ojos vimos
enrojecerse cuando nos escuchaba recitar esa hermosa poesía “Madre”.
Cómo olvidar al amigo que durante varios años
nos acompañó con su presencia en nuestros partidos de fulbito. Al amigo que nos
puso las “chapas” que durante nuestra vida escolar nos acompañaron.
Cómo olvidar aquellos años maravillosos de la
época de oro del “Santa Rosa” con grandes educadores europeos y peruanos como
Arturo. Cómo olvidar, Arturo, aquellos años cuando el colegio ganaba los juegos
florales escolares. Cuando ganábamos el gallardete en los desfiles escolares.
Éramos premiados como la mejor banda escolar. Teníamos el mejor equipo de
baloncesto del departamento. Años en que las generaciones de aquel entonces,
juntos con los hermanos maristas construimos la pis- cina que hoy es orgullo
del colegio.
Cómo olvidarte a ti y a tu “Santa Rosa”. El
“Santa Rosa” de los Gómez con sus máscaras protectoras sacando la miel de las
colmenas. Cómo olvidar al “Santa Rosa” del “viejo” Román y sus “cachos con
papa”. Cómo olvidar al “Santa Rosa” de Gino Grossi armando su museo. Cómo olvidar
al “Santa Rosa” del cura Narciso y su escuela de títeres. Cómo olvidar al Santa
Rosa de aquellos grandes directores: Benito Sanz, Ticó, Amelio Carducci y Tomás
Rabanal. Cómo olvidar al “Santa Rosa” de Gil Sastre y su librería ubicada en
una de las ventanas frente al patio de media, donde presurosos corríamos a
comprar la revista “Avanzada” y enterarnos de las últimas aventuras de Coco,
Vicuñín y Tacachito. Cómo poderte olvidar a ti y a nuestro “Santa Rosa”.
Años después cuando retornamos al colegio a
participar de las actividades de nuestros hijos, las viejas aulas ya no
estaban, fueron demolidas para dar paso a otras modernas. Esa es la vida,
Arturo, ahí estaban nuestros hijos para negarnos y superarnos. La vida es
dialéctica, todo pasa y todo fluye… pero lo único que no pasará es el cariño y
el aprecio que te tenemos.
Hace algunos días cuando te visitamos en tu
casa, pudimos apreciar que tus valores se habían cimentado. Pensamos que íbamos
a encontrar a un Arturo un tanto resentido de su fe, porque la vida le quitó a
un ser que amaba mucho, su nieto víctima de la violencia que asola el país. Nos
sorprendimos cuando nos dijiste “Fue una decisión del Señor, nada en la vida
sucede sin que él lo decida”. Qué grande que eres Arturo, nos sentimos orgullosos
de haber sido tus alumnos.
Arturo, cuando cualquiera de nosotros nos
acerquemos a la hora letal y nos comencemos a preparar para ser polvo en alguna
lejana estrella o en el ala de una hermosa mariposa, las viejas creencias dicen
que en aquel momento los seres humanos recordamos los momentos felices de
nuestra vida… y tenlo por seguro, Arturo, que tú estarás ahí presente, porque
siempre vivirás con afecto y cariño en nuestros corazones.
(Artículo
publicado en el quincenario EL TALLÁN INFORMA, Año VI - Edición Nº 68 -
Sullana, primera quincena de agosto del 2012)
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