Terminada
la parte escrita del proceso judicial sobre frontera marítima, en Chile y Perú
comenzamos a vivir con el fallo a la vista. Los alegatos orales sólo servirán
para componer titulares periodísticos más o menos llamativos y mover los
tinglados de la opinión pública según el clima político de la hora. La
oportunidad es buena, por lo mismo, para un fl ashback que permita entender,
con pasión atemperada y perspectiva mejor, cómo empezó la controversia. Desde
ese entendimiento visualizaremos lo que ambas sociedades esperan de la
sentencia, lo que cambió con los nuevos gobernantes y lo que se puede esperar
para la relación bilateral en el tiempo que vendrá.
LA SUERTE JURÍDICA ESTÁ ECHADA (“Alea iacta est”)
Mientras se reduce
el tiempo para que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emita su inapelable
sentencia por el diferendo marítimo, en Chile ya se escuchan voces advirtiendo
que lo que se viene es una derrota jurídica en cualquiera de las tres hipótesis
que se estudian en Ámsterdam, desenlace al que aseguran se llegó por la soberbia
gubernamental sureña a la hora de enfrentar la solvencia de la diplomacia
peruana.
“Chile pierde con
cualquier solución equitativa, aunque signifique renunciar a sólo un litro de
océano. Perú, por su parte, no tiene nada que perder, porque nada arriesga”,
anticipa a sus compatriotas el prestigioso investigador politólogo y ex
embajador chileno José Rodríguez Elizondo.
Gústese o no, en
Chile saben que una de las personas que más sabe sobre la controversia jurídica
sobre la delimitación marítima en la que han entrado ambos países es Rodríguez
Elizondo. Y para un sector de extremistas su ensayo, titulado “La suerte
jurídica está echada”, es percibido como un documento apocalíptico que les
eriza la piel.
Esa intranquilidad
se acrecienta cuando la prensa sureña revela que entre La Moneda y su
ministerio de Relaciones Exteriores se han empezado a lanzar responsabilidades
por haberse dejado arrastrar por lo que consideran una planificada estrategia
diplomática que los empujó a sentarse en el banquillo de los acusados,
situación que se reprochan, nunca debieron permitir.
El ensayo que acaba
de publicar el director del Programa de Relaciones Internacionales de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Chile revela pasajes sobre el inicio,
desarrollo y un eventual final del juicio en La Haya.
CONSTRUCCIÓN DE UN CASO
El estudioso subraya
que la base ideológica de la demanda peruana tiene su génesis en 1977 con el
libro del almirante Guillermo Faura Roig, “El mar peruano y sus límites”. “El
autor-pionero sostiene que no existe tratado de delimitación marítima entre
Chile y Perú y plantea, como eventual limite consensuado, una bisectriz equitativa”,
indica Rodríguez.
En base “a la tesis
de Faura, un grupo de expertos, bajo el liderazgo del embajador Juan Miguel
Bákula, diseñó una estrategia de aproximación indirecta, de largo plazo y, por
tanto “perfectible”. Poniendo el agente especial énfasis argumental en tres
factores del que asegura no se tomó importancia: la estricta juridicidad de su
planteamiento, la bilateralidad excluyente y la independencia de cualquier
elemento histórico.
“En nuestro país no
se captó que aquello era el primer paso de una estrategia integral. Tal vez por
eso, el gobierno de la época no respondió y los posteriores, invocando la
solidez legal y fáctica del statu quo, optaron por negar la existencia de una
controversia jurídica. Así, entre el silencio y la negación simple, Chile no
definió el tema como lo que era: un conflicto de poderes soberanos, vinculado a
la pretensión marítima de Bolivia y con raíces en la historia del tratado de
1929″, cuestiona, sobre una estrategia que sí emprendieron y continuaron al pie
de la letra los gobiernos de Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García y
hoy Ollanta Humala.
En ese sentido, como
resultado parcial, indica que “Perú construyó la controversia jurídica que no
existía y hoy Chile defiende, judicialmente, una soberanía que proclamaba
consolidada”.
TRES VECES ALERTAS
En ese contexto
enrarecido, advierte que muchos peruanos y chilenos actúan desde la emoción,
como si sus razones nacionales debieran comprometer, de manera inexorable, a
los jueces internacionales. Por momentos, esto ha configurado un escenario de
combate virtual que, para los más exaltados, pasaría a ser real al momento del
fallo.
Sin embargo el
estudioso cuenta con algunos datos, que al revelarlos, a muchos peruanos de a
pie llevarán a la sorpresa y a la interrogante de lo que pudo haber pasado
mientras dormían tranquilamente en casa o realizaban sus labores cotidianas.
“Opinantes peruanos,
entre los cuales tres ex comandantes generales del Ejército, han llamado a
prepararse para una guerra, por presumir que Chile no lo acatará. Por nuestra
parte, una encuesta reciente advirtió que para un 73% de los chilenos 'no se
debe ceder territorio marítimo a Perú por ningún motivo'. Es decir, la política
exterior oficial estaría divorciada de la opinión pública real”, advierte.
COLISIÓN DE EXPECTATIVAS
“Como resultado
parcial, hoy tenemos un posicionamiento paradójico: Perú pudo construir,
literalmente, un caso jurídico y Chile debe convalidar un estatus jurídico que
se suponía consolidado. De esto deriva una asimetría total en las opciones:
mientras Chile no tiene nada que ganar en el proceso, Perú no tiene nada que
perder. Se configuró, así, un juego judicial suma cero, donde cualquier
eventual equidad perjudica a la parte demandada”, advierte Rodríguez a los
chilenos sobre las tres hipótesis que maneja el colegiado en Ámsterdam.
Como el autor
reconoce, estas circunstancias hacen inútil especular sobre eventuales soluciones
de equidad, como tener que aceptar “la bisectriz de la bisectriz”, reconocerle
al Perú soberanía sobre “el triángulo exterior” o “bajar” el paralelo desde el
Hito 1 hasta el que los peruanos llamamos “Punto Concordia”.
“Lo que pesa, hasta
el momento, es que Chile perdería con cualquier solución equitativa, aunque
signifique renunciar a sólo un litro de océano. Perú, por su parte, también
perdería si la equidad fuera solo un premio consuelo”, dice Rodríguez.
Esta “dureza posicional”
indica, es el fruto natural de un empeño artificial: el de delegar a 15
juristas, de distintos naciones y desde el conflicto (sin consenso), la
solución de un problema político de soberanía que afecta, por lo menos a 4
países de la región. “Este modo, sumado a la falta de transparencia oficial, ha
dejado un vacío de información que los ciudadanos tratan de llenar guiados por
emociones incluso beligerantes”
POST HAYA
En definitiva, ante
esta efervescencia incrementada por las dudas y altas o falsas expectativas, el
escritor, abogado y periodista, marca el camino de lo que debe ser el objetivo
más importante a conseguir post Haya, con una reflexión más extensa que aquella
que utilizó Julio César para cruzar el Rubicón “Alea iacta est”, y que parafrasea
en el título de su ensayo.
“En definitiva, la
suerte jurídica está echada y los efectos políticos serán administrados por los
actuales gobernantes. Si lo hacen con realismo, contención y renunciamiento patriótico,
bien podríamos empezar a cancelar, de una buena vez, hipotecas del pasado. Para
ese efecto, todos debemos tener presente aquí y allá, que las oportunidades
históricas no son muy frecuentes, y por cierto, nunca son gratuitas.”
(Artículo
publicado en la edición Nº 86 de la revista “El Tallán”, segunda quincena de
noviembre del 2013)
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